Los inicios del constitucionalismo en La Riojael Trienio Liberal (1820-1823)
- José Miguel Delgado Idarreta Directeur/trice
- Rebeca Viguera Ruiz Co-directeur/trice
Université de défendre: Universidad de La Rioja
Fecha de defensa: 10 mai 2019
- Emilio La Parra López President
- José Luis Ollero Vallés Secrétaire
- Ignacio Fernández Sarasola Rapporteur
Type: Thèses
Résumé
El Trienio Liberal (1820-1823) es un período fundamental parar la historia contemporánea de La Rioja, pues supuso el nacimiento de una provincia constitucional riojana. Este hecho se puede calificar como el gran hito del primer liberalismo riojano, y una de las causas de su afianzamiento a los largo del siglo XIX. Ya durante el primer bienio constitucional de 1812-1814, a pesar de la existencia de una gran inestabilidad motivada por la persecución a la que fueron sometidos los colaboradores de los franceses, así como por la presencia de tropas españolas e inglesas, se observa la adhesión de la elite riojana al liberalismo. Esta estaba formada principalmente por una incipiente burguesía comercial y una oligarquía tradicional ligada a una economía agro-ganadera. Desde los inicios del Trienio Liberal se observa en La Rioja un notable arraigo del liberalismo. Así, el 12 de abril de 1820 sería fundada la Sociedad Patriótica de Logroño, en la que se reunieron un variado número de liberales que lideraron las primeras acciones, reivindicaciones y denuncias tendentes a la consolidación del edificio constitucional. Entre otras cosas retomaron el proyecto surgido en el primer bienio para crear una nueva provincia riojana. Alrededor de esta Sociedad Patriótica se aglutinó un heterogéneo grupo, pues en esos primeros momentos no hubo una diferenciación de objetivos y de proyectos entre los liberales riojanos. Pero a medida que fue avanzando el Trienio, los más exaltados fueron comprobando que sus demandas no eran tenidas en cuenta por el gobierno y por las Cortes, y que los embates absolutistas se iban afianzando. Así, tras la supresión de las sociedades patrióticas, comenzaron a tener mayor protagonismo las sociedades secretas. De la masonería surgiría en 1821 una sociedad exaltada, la Confederación de Comuneros. Tuvo un gran arraigo en La Rioja, y junto con la Milicia Nacional, agrupó a los más exaltados de la región, mientras que la moderación se afianzó en la masonería, en los ayuntamientos y en la diputación provincial nacida en 1822. Fue entonces cuando apareció un novedoso proyecto editorial, El Patriota Riojano, periódico ajeno a los extremismos, pero que defendió con firmeza la Constitución. La situación fronteriza de La Rioja, con unas regiones al norte en las que arraigó el absolutismo, llevó a la inestabilidad a partir de finales de 1821 debido a la presencia de numerosas partidas realistas. Se creó un clima muy desfavorable para los constitucionales, sin embargo, en zonas como La Rioja Alta, la lucha armada e institucional contra las facciones sirvió para no disgregar a los liberales y agruparlos en torno a una defensa común del sistema. Destacó la actividad guerrillera de la familia Alonso Cuevillas, que en diciembre de 1821 emprendió en La Rioja un plan de conspiración para derribar la Constitución reclutando a jóvenes del ámbito rural. Ni esta ni otras sublevaciones menores triunfaron a pesar de su insistencia, aunque sembraron inestabilidad y miedo con maniobras guerrilleras y asesinatos. Solo la entrada de los ‘Cien mil hijos de San Luis’ en abril de 1823 convirtió en triunfantes a esas guerrillas al sumarse a los contingentes militares franceses y a los cuerpos regulares españoles. Porque la llegada de los franceses supuso la deposición de las autoridades constitucionales en La Rioja, cuyo golpe definitivo fue la conocida como Prise de Logrono, del 18 de abril de 1823. Hasta el mes de octubre en el que se derogó formalmente la Constitución, La Rioja experimentó el vacío de poder debido a la huida de los liberales y al asentamiento de un estado de terror dirigido por otro guerrillero absolutista, fray Antonio Marañón ‘el Trapense’, quien lideró una vil represión. Para el afianzamiento de la contrarrevolución tuvo especial importancia la actitud de la Iglesia diocesana, a cuya cabeza se encontraba un obispo veterano y políticamente hábil, Atanasio Puyal y Poveda. Aunque firme realista con antecedentes josefinos, se amoldó al constitucionalismo, pero no consiguió que su belicoso y activo clero absolutista se mantuviera dentro de los márgenes constitucionales. También hubo un clero liberal que defendió la Constitución de 1812, entre el que no es posible incluir al deán de la catedral de Calahorra Pedro de Prado y Baeza a pesar de haber sido diputado en las Cortes de 1822 y 1823. Este asumió el constitucionalismo, pero en las Cortes fue uno de los líderes del inmovilismo eclesial oponiéndose a la necesaria reforma del clero.