Oscuridad y exilio interior en la obra de Rafael Alberti
- CASADO HERNÁNDEZ, MARINA
- J. Ignacio Díez Fernández Director/a
Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid
Fecha de defensa: 14 de diciembre de 2015
- Jesús Ponce Cárdenas Presidente/a
- Dolores Romero López Secretario/a
- Gaspar Garrote Bernal Vocal
- Eduardo Pérez-Rasilla Bayo Vocal
- Juan Matas Caballero Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Rafael Alberti, miembro de la Generación del 27, es autor de una dilatada obra en la que la luz y su opuesto, la sombra, juegan un papel determinante. La oscuridad es, precisamente, el eje que sostiene toda su poética, junto a una esperanza constante de escapar hacia la luz. Dicha oscuridad se combina con un sempiterno sentimiento de desarraigo hacia el presente que el propio autor definió como ¿la nostalgia inseparable¿. Alberti fue uno de los muchos intelectuales españoles que sufrieron el exilio tras la derrota de la II República en la Guerra Civil. Desde que salió de España, la patria abandonada se convirtió en el Paraíso perdido que evocaba constantemente. Pero el sentimiento de exilio ya existía antes de abandonar España, cuando ese Paraíso se identificaba con su pueblo natal, que dejó en la adolescencia para trasladarse a Madrid. Y cuando regresó a España al morir Franco, serían las tierras de su exilio las que adquirirían tintes paradisíacos. Porque, en realidad, los sucesivos paraísos perdidos y añorados no son espaciales, sino temporales. Alberti es incapaz de arraigarse a su presente, en el cual no encuentra su identidad. Esta tesis constituye una revisión de su obra poética y teatral desde el enfoque de la oscuridad y del sentimiento de exilio interior, llegando a demostrarse que los momentos álgidos de ésta coinciden con las crisis personales que experimentó a lo largo de su vida. Es decir, que la obra parte de la oscuridad y se sostiene en la nostalgia. Es la respuesta a la imposibilidad de regresar a un pasado definitivamente perdido. El origen de la oscuridad se halla en su infancia, vivida en un contexto familiar extremadamente religioso, a lo que ha de añadirse la mala experiencia sufrida como alumno del colegio jesuita San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María. La religión es concebida muy pronto por el niño como motivo sombrío de represión de sus instintos y deseos naturales, como un elemento coartador de su libertad que lo somete a una constante vigilancia. Surge la mala conciencia, que lo tortura, y se produce en su pensamiento la inversión de los conceptos de ¿Paraíso¿ e ¿Infierno¿ manejados por el cristianismo: lo celestial es para él infernal, y aquellas fuentes de terribles pecados son las paradisíacas, para el niño. Este primer desgarrón será determinante durante toda la obra literaria, donde la religión estará siempre presente como un elemento oscuro, familiar e incomprensible, generador de confusión, recelo y, finalmente, desprecio; pero jamás indiferencia.