El proceso simbólico y la construcción del sujeto, a partir de la relación adulto-niño. Desarrollo como revolución

  1. Sastre de Blas, María Mercedes
Zuzendaria:
  1. Amaya Ortiz de Zárate Aguirrebeña Zuzendaria

Defentsa unibertsitatea: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 2016(e)ko otsaila-(a)k 02

Epaimahaia:
  1. José Miguel Marinas Herreras Presidentea
  2. Marina Bueno Belloch Idazkaria
  3. Cecilia Simón Rueda Kidea
  4. Tecla González Hortigüela Kidea
  5. Elena Martín Ortega Kidea

Mota: Tesia

Laburpena

El objeto de esta tesis doctoral es mostrar cómo se produce y evoluciona la función simbólica del niño desde los inicios de su desarrollo, analizando sus avatares, así como el papel crucial de los adultos significativos para que dicho proceso simbólico se desencadene. El interés por el proceso simbólico, su formación desde las más tempranas edades de la vida y sus vicisitudes, viene dado por mi trabajo como psicóloga en el ámbito escolar, centrado en buena medida en los alumnos con problemas diversos que afectan a su desarrollo y aprendizaje dentro de la escuela ordinaria. A través de tantos años detectando estos problemas, evaluándolos y proponiendo a padres y profesores pautas a seguir, he podido contactar con una gran diversidad de situaciones, la mayoría de las cuales afectan al proceso simbólico, en algunos casos a los procesos iniciales del mismo, y en otras a los procesos relacionados con el desarrollo cognitivo y el propio proceso de aprendizaje. Establecí desde un principio dos ideas como punto de partida: Una de las ideas que me ha parecido esclarecedora para abordar y profundizar desde la teoría estos aspectos, es el concepto que tiene el autor ruso L. Vigotsky sobre el desarrollo humano, que se produce por REVOLUCIÓN y no tanto por evolución. Asimismo este autor afirma que los procesos psicológicos superiores se desencadenan a través de la relación niño- adulto. La otra idea se encuentra en las teorías del Psicoanálisis en general y de Freud en particular, que contemplan el acceso a la función simbólica como pilar en la formación del sujeto. Dicho acceso no viene dado sólo por evolución, ni por un proceso de maduración automático, sino que más bien se construye cuando se dan las condiciones adecuadas. Estas condiciones devienen fundamentalmente de la relación con los adultos que le constituyen como sujeto, a partir de ser objeto de amor de los padres. Así pues tanto el aprendizaje, como el desarrollo suponen una revolución, por cuanto supone un cambio en la estructura mental del alumno, cuando se enfrenta con algo nuevo. El adulto desencadena estos procesos a través del vínculo, y está aceptado que los padres tienen un papel crucial en este proceso. Lo que en mi opinión no está tan estudiado es la verdadera dimensión del trabajo del profesor con el alumno en cuanto a constructor de los procesos simbólicos del alumno a través de la instrucción ( ). Según mis observaciones la figura del profesor que de alguna manera representa las figuras parentales, que través del vínculo puede dar la oportunidad al niño para ampliar sus identificaciones, y ayudar al niño a abrirse al mundo, que está inmerso en una red de significados. Esa red de significados está inmersa en una estructura En esa revolución tienen mucho que ver los procesos de triangulación, que rompen la dualidad inicial madre- hijo, y que permiten la apertura al mundo. Quiero mostrar que este proceso es decisivo y también que hay similitudes en las diferentes teorías consultadas. En las conclusiones queda patente que para la formación del símbolo ha de existir un vínculo entre niño- adulto, para el niño pueda integrarse en la estructura. Es necesario que en esa relación aparezca ¿un tercero¿ para que el niño pueda integrarse en la cultura, papel que también ocupan las zonas intermedias entre niño y adulto, cuyos ejemplos más importantes se encuentran en los conceptos de Vigotsky y de Winnicott ¿Zona de Desarrollo Próximo¿ y ¿Espacios transicionales¿, respectivamente. También queda patente la necesidad de una la labor de la escuela como tercero, como elemento de salida del niño del entorno familiar y como una herramienta fundamental para su entrada en la cultura. En los dos casos presentados se pueden ver los diferentes avatares del proceso simbólico, a través de sus vínculos, sus progresos y sus retrocesos, y la diferente respuesta que dieron los adultos a sus llamadas.