El mundo clásico en la poesía de Luis Alberto de Cuenca

  1. SUÁREZ MARTÍNEZ, LUIS MIGUEL
Dirigida por:
  1. Juan Matas Caballero Director

Universidad de defensa: Universidad de León

Fecha de defensa: 23 de octubre de 2009

Tribunal:
  1. José María Balcells Presidente/a
  2. Jesús María Nieto Ibáñez Secretario
  3. Lola Josa Vocal
  4. Jesús Ponce Cárdenas Vocal
  5. Germán Vega García-Luengos Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 283016 DIALNET

Resumen

Integrante de la llamada Generación de 1968 o de los novísimos, Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es hoy uno de los poetas españoles más acreditados. Su obra evoluciona desde un estilo novísimo -hermético y refinado- en sus primeros libros -Los retratos (1971) y Elsinore (1972)-, hasta un estilo más sencillo y más clásico -denominado por el autor de "línea clara" en una segunda etapa, que abarca sus libros publicados a partir de la década de los ochenta: La caja de plata (1985) -Premio Nacional de la Crítica-, El otro sueño (1987), El hacha y la rosa (1993), Por fuertes y fronteras (1996), Sin miedo ni esperanza (2002) y La vida en llamas (2006). En medio de ambas se sitúa Scholia (1978), libro de transición. Doctor en Filología Clásica (1976) y Profesor de Investigación del CSIC, De Cuenca compagina su faceta creadora con la de ensayista y filólogo. En este campo, destaca su labor como traductor tanto de lenguas clásicas como moderna, reconocida con el Premio Nacional de Traducción en 1989 por su versión del Cantar de Valtario. Su sólida formación clásica se refleja de forma patente en su poesía. En este sentido, la influencia de la cultura clásica es tan intensa que toda su obra poética puede interpretarse como una actualización de modelos de la antigüedad grecolatina. Así su poesía novísima supone una adaptación modernizada de la antigua poesía alejandrina (siglos III-I a. C), cuyo modelo más representativo es el poeta helenístico Euforión de Calcis (al que De Cuenca dedicó su tesis doctoral), uno de los escritores más oscuros y difíciles de la literatura griega. De este modelo helenístico, remozado con las aportaciones de otros poetas del siglo XX (especial Ezra Pound) proceden las características fundamentales de su primera estética: erudición culturalista, elitismo, barroquismo expresivo, oscuridad argumental, etc. Por otro lado la cultura grecolatina dejará una visible huella externa en los poemas: citas en griego y en latín, referencias abundantes a la mitología, al arte, a la historia, a la literatura y a la filosofía antiguas... También su poesía de «línea clara», que en muchos aspectos parece opuesta a su poesía novísima, refleja la influencia de la lírica alejandrina; sólo que ahora ese modelo no procede de la vertiente más erudita y refinada del alejandrinismo sino de su vertiente más sencilla o menor representada por los poetas epigramáticos de la Antología Palatina, y, en especial, por Calímaco de Cirene (objeto de estudio en la tesina de licenciatura del poeta). De él tomará los rasgos esenciales que definen su estética de «línea clara»: la ambientación cotidiana, la sencillez expresiva (fruto, sin embargo, de un riguroso proceso de depuración estilística), el gusto por el detalle erudito, el humor y la ironía, etc. De él tomará, asimismo, su género poético preferido, el epigrama: poema más o menos breve, de estilo conciso y de cierre contundente o irónico, en el que predomina el humor, la agudeza y el distanciamiento sentimental. Igualmente hallaremos en sus poemas de «línea clara» numerosas referencias al mundo clásico, si bien de una forma más moderada que en su etapa novísima y con un tratamiento distinto: ahora los referentes clásicos se someten a un proceso de actualización paródica que los acerca al mundo y al lector contemporáneos. Y así, por ejemplo, los héroes clásicos se comportan y se expresan como personajes actuales. Este proceso de desmitificación modernizadora del mundo clásico conlleva, a su vez, una mitificación del mundo cotidiano del poeta. En definitiva, la cultura clásica ocupa un protagonismo primordial en la obra de Luis Alberto de Cuenca. Su presencia permanente puede interpretarse como una reafirmación de las raíces grecolatinas de su poesía, y, en un sentido más amplio, como una reafirmación de las raíces clásicas de toda la cultura occidental.