Antonio Perrenot, cardenal de Granvela (1517-1586)un asesor artístico y cultural de la Casa de Austria

  1. Pérez de Tudela Gabaldón, Almudena
Dirigida por:
  1. María José Redondo Cantera Directora
  2. Jesús Cantera Montenegro Director/a

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 25 de enero de 2021

Tribunal:
  1. María Angeles Toajas Roger Presidente/a
  2. Magdalena de Lapuerta Montoya Secretario/a
  3. David García Cueto Vocal
  4. Pedro Antonio Galera Andreu Vocal
  5. Franca Varallo Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Granvela fue una de las figuras claves en el desarrollo del coleccionismo y mecenazgo de la Casa de Austria durante la segunda mitad del siglo XVI. Poco a poco se fue ganando la confianza del Emperador, quien cada vez descargaba en él más asuntos políticos y también de índole cultural. Sin embargo, con quien más conectó desde un punto de vista del patrocinio de las Artes fue con María de Hungría. En estos años tuvo un primer contacto con el futuro Felipe II, en el marco de su Felicísimo Viaje, decisivo para la formación de su gusto artístico. Esta relación con Perrenot se consolidó a partir de la abdicación del césar y la partida de este, junto a sus hermanas, hacia España. El prelado supo ganarse la confianza del nuevo Rey en gran medida gracias al interés común por el Arte y la Cultura en un sentido amplio. En estos años Granvela fue uno de los interlocutores más importantes para artistas que ya estaban al servicio de la familia imperial, como los pintores Tiziano o Coxcie. Sin embargo, su principal talento fue el de descubrir y potenciar a nuevos artistas, como el retratista Antonio Moro o los Leoni, cuya labor al servicio de la Casa de Austria supervisó a pesar de la distancia. Tras la partida de Felipe II en 1559 hacia España, Granvela se quedó en Flandes. Aparte de su función política, participó en los principales proyectos artísticos que habían quedado inconclusos en los Países Bajos, lo que atestigua la confianza que Felipe II depositó en su criterio. El Rey se había habituado a las manufacturas flamencas y recurrió a Granvela para que se las proporcionara. También supervisó encargos regios, como diversas series de tapices y reclutó a hábiles artesanos flamencos que se trasladaron a España. Su extensa red de agentes, con ramificaciones por toda Europa, le permitió seguir sirviendo al Rey incluso desde su destierro en Besançon entre 1564 y 1565. El Rey era muy consciente de su valía y por ello le envió a Roma en 1566. Su función principal fue la de ayudar a los embajadores españoles en materias políticas y religiosas. Sin embargo, su profunda cultura era un mérito añadido e intervino en asuntos artísticos y culturales. De 1571 a 1575 fue Virrey de Nápoles. Aparte de cuestiones como la defensa del reino, el urbanismo o la arquitectura del Palacio Virreinal, Felipe II siguió confiando a Granvela misiones artísticas importantes. Fue el encargado de remitir a España las trazas de los más destacados arquitectos italianos del momento para la Basílica del Monasterio de El Escorial. Tras este lustro napolitano, regresó a Roma. Su criterio en materias artísticas era muy valorado por el Rey y le consultó sobre cuáles serían los pintores y escultores más idóneos para llevar a cabo el retablo mayor de El Escorial. Sus sugerencias dan idea de que estaba muy bien integrado en los ambientes artísticos italianos. La crisis de 1579 hizo que Felipe II le reclamara en Madrid donde entre 1580 y 1583, mientras Felipe II estuvo en Portugal, supervisó muchas de las cuestiones relacionadas con la ornamentación de El Escorial. Como Presidente del Consejo de Italia gestionó memoriales de artistas italianos. Tampoco cortó nunca lazos con los Países Bajos. En este periodo se volvió a encontrar con viejos protegidos suyos, como P. Leoni, Coello, Poggini o Trezzo. Asimismo sus opiniones fueron decisivas para temas como la remodelación de Aranjuez, aparte de actuar como una suerte de maestro de ceremonias en la Corte, como ya había hecho en Flandes. Su muerte privó a Felipe II de uno de sus principales ministros al que le unía su común pasión por el Arte. Buena prueba de su aprecio es que adquirió algunas piezas de su colección. El arte de Corte que promocionó Felipe II no habría sido el mismo, ni habría alcanzado tan altas cotas de calidad ni su dimensión internacional sin su intervención.