Residencia de mayores en Aldeamayor de San Martín

Laburpena

En ocasiones, la arquitectura sugiere la oportunidad de delatar, de censurar y cuestionar una manera de entender el alojamiento de uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad: el de nuestros mayores, y este es el caso de este comprometido proyecto. En muchos casos, nuestros mayores viven en edificios que se gestionaron con el “interesante y comprometido objetivo del beneficio”, la optimización del recurso económico o la cicatería en la dotación del personal. Pasillos interminables, semejantes a clínicas, que albergan a ambos lados habitaciones desprovistas de personalidad. El mismo modelo de cama, idéntico escritorio, tal vez el mismo color de toalla. Muy a menudo el traspaso del umbral de la vida útil supone el abandono del hogar, la pérdida del recuerdo, la desorientación, y el adiós a lo cotidiano. A veces, la arquitectura proporciona la oportunidad de reflexionar. Este proyecto debía ser algo más, y así lo entendió la propiedad. En medio del duro paisaje de la meseta vallisoletana, aparece la deseada idea de crear un lugar en vez de un sitio, y no es casual la aparición de una cubierta inclinada, como tampoco la de una puerta-portón a la entrada de cada habitación, ni las sillas y mesas al salir del pequeño hogar en el que los pasillos no son tales sino que forman calles y pequeñas plazas, que permiten la relación próxima con el vecino, el familiar, el compañero, conforme a esa vecindad de sillas en la puerta de casa que tanto se conoce en el medio rural castellano.