El franquismo en Estados Unidos. Relaciones políticas, diplomáticas y culturales, 1936-1964

  1. Rodríguez Escobar, Moisés
Dirigida por:
  1. Francisco Rodríguez Jiménez Director/a
  2. María de la Paz Pando Ballesteros Codirectora

Universidad de defensa: Universidad de Salamanca

Fecha de defensa: 29 de abril de 2022

Tribunal:
  1. Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla Presidente/a
  2. María Gajate Bajo Secretaria
  3. Juan Luis Manfredi Sánchez Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Pasado un tiempo del final de la guerra de Cuba, los ánimos se fueron calmando y los intereses económicos facilitaron una paulatina cicatrización de las heridas entre España y Estados Unidos. Sin embargo, el rapprochement se vio limitado por la crisis económica de 1929 y el New Deal impulsado por Franklin Delano Roosevelt. Estas políticas supusieron la adopción de políticas cuasi proteccionistas por parte de Estados Unidos, lo que derivó en una cierta introspección en los asuntos domésticos y un relativo retraimiento en política exterior, con mayor atención hacia el continente americano y el océano Pacífico. Las relaciones bilaterales entre España y Estados Unidos experimentaron un nuevo desafío diplomático con el estallido de la guerra civil española. El levantamiento militar de julio de 1936 fue recibido con cautela en Washington. La administración rooseveltiana asumió (no sin ciertas ambigüedades) la hoja de ruta establecida por Reino Unido en cuanto a la actitud frente al conflicto español. Los dos bandos enfrentados movilizaron a los diplomáticos favorables a sus respectivas causas para conseguir apoyo internacional. El gobierno legítimo de la II República nombró a Fernando de los Ríos Urruti encargado de la misión diplomática en Washington. Como contrapartida, Juan Francisco de Cárdenas fue nombrado representante oficial de la causa rebelde en Estados Unidos. Este hecho provocó la extensión del conflicto español en suelo estadounidense. Ambos diplomáticos pusieron en marcha sendas maquinarias propagandísticas con el objetivo de legitimar sus respectivas causas, y conseguir apoyos sociales y económicos. Por entonces, la administración Roosevelt focalizaba su atención en resolver problemas internos. Además, la propia legislación estadounidense dificultaba cualquier voluntad de ayuda explícita a alguno de los bandos. Este hecho provocó que la balanza militar se desnivelase hacia el bando rebelde, que contó con la importante ayuda de los ejércitos de la Italia fascista y de la Alemania nazi. Tras la victoria de los ejércitos liderados por Francisco Franco Bahamonde, comenzó un nuevo periodo histórico marcado por los acontecimientos en el tablero internacional. El inicio de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, apenas cinco meses después del final del conflicto español, marcó el devenir de las relaciones bilaterales. La ambigüedad del régimen de Madrid para definir su posición fue determinante. Por un lado, se quería apoyar a los dictadores que habían ayudado a Franco a la victoria militar. Por el otro, no se contaba con las garantías ni capacidades suficientes como para afrontar una campaña de tal envergadura. Esto, y los diferentes sucesos en el campo de batalla, provocaron que la dictadura española prefiriese evitar la hostilidad de los Aliados. Al otro lado del Atlántico, la opinión sobre el régimen no variaba en exceso, pero se percibió como una oportunidad para conseguir la inacción española la propia situación interna del país. A la devastación estructural propia de una guerra, se sumó en el caso español la escasez de alimentos y la subsanación de problemas con empresas estadounidenses. Así, la ayuda ofrecida por Roosevelt se supeditó a dos cuestiones: la no intervención de España en la guerra, y la resolución de los conflictos bilaterales en materia de presos y empresas norteamericanas. Cuando se acercaba el final de la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Franco comenzó a vivir una de las etapas más inestables de su corta existencia. La oposición antifranquista en el exterior se organizó ante la posibilidad de que el Caudillo fuera expulsado del poder. Además, el discurso que obtuvo mayor consenso señaló a España como país aliado de los regímenes fascistas. En este contexto, surgen debates entre las potencias vencedoras del conflicto mundial para valorar la repercusión que tendrían las diferentes acciones en España. Las alternativas parecían claras. Por un lado, estaba el Gobierno de la República en el exilio; por el otro, el sector monárquico presentaba a Don Juan de Borbón como adecuado jefe de Estado. Lo cierto es que ninguna de las dos facciones consiguió aunar el número suficiente de respaldos. Se temía por la estabilidad en un país devastado por una guerra aún reciente. Ello dificultó la partida diplomática que los sectores antifranquistas trataron de jugar ante la Organización de Naciones Unidas. Así las cosas, la condena al régimen franquista se limitó a una sanción diplomática. Aunque esta decisión de la ONU fuera menos punitiva de lo esperado por parte de los sectores antifranquistas, sí tuvo consecuencias para el gobierno de Franco. El aislamiento al que se sometió a la dictadura no fue baladí. Si bien es cierto que oficialmente las sanciones fueron de carácter diplomático, estas se acompañaron de restricciones en las transacciones comerciales. Para paliar la grave crisis alimentaria, Franco firmó acuerdos con países afines, como por ejemplo la Argentina de Perón. Simultáneamente, se incidió en la necesidad de recuperar las relaciones diplomáticas con algunas potencias. Es aquí donde Estados Unidos se convirtió en piedra angular. Debido al rechazo que recibía por parte de los países europeos y la animadversión lógica del espectro comunista, el gigante norteamericano pasó a convertirse en una opción más que razonable. Para estrechar lazos con el país de Lincoln, era necesario que mejorase la imagen que sobre España y su gobierno tenía la opinión pública estadounidense. En adelante, los servicios diplomáticos españoles hicieron todo lo posible para animar una narrativa en la que España apareciese representada como un “amigo deseable”. Es ahí donde entra en juego el Spanish Lobby y el entramado propagandístico que el régimen desplegó en suelo estadounidense. El abogado estadounidense Charles Patrick Clark fue contratado a comienzos de 1949, a instancias del embajador franquista José Félix de Lequerica. Con una tupida red de contactos, Clark sería el muñidor de la acción lobbista a favor de Franco en suelo estadounidense. La combinación de una buena estrategia diplomática, y la necesaria ayuda del contexto internacional con el auge de la Guerra Fría, explican el posterior cambio de actitudes hacia España. Anteriormente, el ejecutivo liderado por Truman había dado muestras de animadversión hacia la dictadura franquista en numerosas ocasiones. En la tentativa de limar asperezas y cultivar sinergias, los esfuerzos del Spanish Lobby se centraron en tres sectores clave: el Pentágono, el poder legislativo y la opinión pública. Los diseñadores de esta política de imagen y relaciones públicas confiaban que, ejerciendo la presión adecuada sobre estos grupos, el rumbo oficial de la Administración Truman cambiaría hacia posiciones de mayor benevolencia hacia Franco. Y así fue. Aunque la senda no estuvo exenta de obstáculos. Por ello, se optó por una estrategia progresiva. Por ejemplo, no se contempló inicialmente una inclusión inmediata en la ONU o en los organismos internacionales. La sombra de las “amistades peligrosas” de Franco con Hitler y Mussolini era todavía alargada. La dictadura priorizó en la resolución de los problemas económicos y de suministros, así como en la obtención de un paraguas diplomático, que favoreciera la normalidad diplomática con algunos países, sin la necesidad de cambiar sustancialmente la naturaleza del franquismo. Los frutos de este trabajo se recogieron con la incorporación de España en algunos organismos internacionales “menores”, la supresión de las sanciones diplomáticas de la ONU y la firma de los pactos con Estados Unidos y el Vaticano de 1953. La firma de los acuerdos antedichos y el paulatino regreso de las misiones diplomáticas con Madrid supusieron el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales. La ayuda económica, tecnológica y de suministros permitió un viraje sustancial en las estructuras socioeconómicas del país. Asimismo, se establecieron nuevos objetivos en el horizonte, como la entrada en la ONU, en la OTAN o la incorporación en organizaciones multilaterales en el continente europeo. Durante estos años, las relaciones entre España y Estados Unidos vivieron una mejoría sustancial. La llegada de Eisenhower a la presidencia permitió una nueva etapa. Ahora bien, a pesar del respiro que produjo en el interior del país, los Pactos de Madrid no respondieron a las expectativas que tenía el régimen. La ayuda económica y tecnológica de Washington a la España franquista fue limitada; los estadounidenses eran conscientes de que la balanza geoestratégica estaba inclinada favorablemente del lado americano. Independientemente de esa circunstancia, la mayor cordialidad entre administraciones favoreció la visita del presidente Dwight Eisenhower a Madrid en diciembre de 1959, y la escenificación de la aceptación pública del régimen español. El recibimiento en Madrid del presidente norteamericano no ocultó el malestar en algunos sectores españoles. La renovación de los acuerdos que se debía producir en 1963 se convirtió en una oportunidad para obtener más rédito de la cesión de soberanía en algunas bases situadas en territorio español. A esta negociación que se antojaba complicada se unió la llegada de un nuevo presidente: John Fitzgerald Kennedy. El ascenso de Kennedy provocó la recuperación de las esperanzas por parte de la oposición antifranquista, un sentimiento que no se correspondió con la realidad. A pesar de ello, el régimen tuvo que doblegar esfuerzos para obtener algo más de lo que Estados Unidos quería otorgar en la renovación de los acuerdos. En este juego diplomático España utilizó como bazas algunas cuestiones como fue la permisividad a la hora del atraque de submarinos nucleares en territorio español. La trágica muerte de Kennedy y la llegada de Lyndon B. Johnson no varió sustancialmente las relaciones. Los pactos se renovaron y la dictadura mantuvo la buena sintonía con Washington. Dentro de este amplio resumen se sitúa la tesis doctoral aquí presentada. El objetivo fundamental de esta tesis doctoral es analizar cómo fueron variando las relaciones bilaterales en las diferentes etapas históricas que van desde 1936 a 1964. Y, sobre todo, aportar datos e información adicional sobre el mencionado Spanish Lobby, sobre sus integrantes y estrategias, sus avances y escollos. Pese a que este grupo de presión y relaciones públicas fue pieza clave en ese cambio de relaciones hispano-estadounidense, ha recibido muy escasa atención historiográfica por el momento. En cierto modo es normal, pues su actuación se produjo casi siempre en la delgada línea de las acciones encubiertas. De ahí las dificultades para trazar su historia. Para responder al objetivo de investigación mencionado, se han tenido en cuenta diferentes elementos de análisis: la diplomacia pública, las redes que se fueron tejiendo por los diplomáticos españoles y el discurso que se transmitió hacia la opinión pública del régimen. En suma, esta tesis intenta ofrecer una explicación convincente de cómo la figura de Francisco Franco y el régimen que él representaba pasó de ser considerado parte de un sistema detestable como el fascismo a un aliado incómodo. El andamiaje documental de esta tesis se sustenta en múltiples fuentes, principalmente de archivos estadounidenses. Ahí radica una de sus bazas. Esas piezas del puzle argumentativo fueron completadas a su vez con numerosos fondos documentales privados de algunos de los actores clave de esta historia. Finalmente, las fuentes hemerográficas permiten complementar lo que hoy sabemos de cómo era el mensaje que se transmitía a la sociedad estadounidense, quién terminó siendo receptora de diferentes narrativas y los discursos a favor o en contra del régimen. Aunque el peso principal de la tesis recae sobre las relaciones bilaterales entre ambos gobiernos, no se deja de lado las distintas estrategias implementadas por la oposición antifranquista. Dicho de otro modo: frente al pro-Franco Spanish Lobby liderado por Lequerica y Clark se erigió una suerte de anti-Franco lobby. El conglomerado de voces contrarias al dictador no contó con un aparato estatal equivalente, ni con una dotación económica estable. Empero, sus acciones fueron más determinantes de lo que se ha venido afirmando por parte de algunos autores. A lo largo de la investigación se tienen en cuenta los diferentes actores de las relaciones internacionales. Y es que, más allá de los agentes oficiales, hubo otros grupos sociales y/o políticos que tuvieron un papel determinante en la construcción de los discursos tanto a favor de Franco como en su contra. El régimen contó con el apoyo de algunos miembros del mundo católico estadounidense, de militares y estrategas, pero también de ciudadanos anónimos, por lo general conservadores, que percibieron al dictador español como un potencial aliado frente al comunismo. Pero también hubo otros ciudadanos estadounidenses que ayudaron a difundir mensajes para desacreditar al dictador español. Sus voces de protesta se sumaron a las de los españoles republicanos en el exilio y/o a las de los simpatizantes con la defenestrada Segunda República procedentes de otras nacionalidades. Entre estos últimos, hubo incluso personalidades que impulsaron (o se sumaron a) distintas campañas de denuncia de Franco. Una crítica que tuvo su auge en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial y que fue remitiendo con el paso del tiempo; en parte, como resultado de las distintas acciones del Spanish Lobby encaminadas a blanquear la imagen del Caudillo. Uno de los puntos fuertes de esta investigación es determinar el equilibrio de responsabilidad a la hora de cumplir la misión del Régimen de superar las sanciones de la ONU o los Pactos de Madrid. Para la consecución de este objetivo el papel del Spanish Lobby fue sustancialmente relevante. No porque gracias a él se consiguieran los acuerdos, sino por la labor de proselitismo profranquista que elaboró en suelo estadounidense. Sin olvidar la repercusión que tuvo la Guerra Fría en la posibilidad de encaje del Régimen franquista en el escenario de la geopolítica internacional, el grupo de presión financiado por el Gobierno de Madrid obtuvo importantes resultados. A través del acercamiento selectivo a personalidades con capacidad de influencia y, apoyándose en un discurso simplificado y pulido, los simpatizantes de la dictadura española ejecutaron una labor de propaganda que se focalizó en dos ejes: por un lado, construir una imagen positiva en la que mantener relaciones diplomáticas amistosas con el Régimen era deseable y, por el otro, desprestigiar y refutar aquellos mensajes antifranquistas que criticaban al franquismo principalmente por dos cuestiones: la religiosa y la política. El manejo de una vasta documentación de diversos archivos y fondos personales ha permitido aclarar buena parte de las dudas y medias verdades que circulaba en torno al Spanish Lobby. Intentamos determinar qué personalidades formaron parte de este grupo de presión; y quienes, ajenos a su influencia directa, simplemente tenían convicciones profranquistas y actuaban bajo el paraguas de sus ideales y no por intereses económicos o políticos. En este sentido, uno de los pilares fundamentales de la investigación es poner sobre la mesa la motivación que hubo detrás de estos apoyos, allí donde las fuentes consultadas lo han permitido. Y es que, el apoyo puntual a determinadas acciones en favor de España, no necesariamente implicaban la simpatía o adhesión a las ideas del régimen, una cuestión que a veces no ha quedado suficientemente clara en la historiografía. Otro de los elementos notables de esta tesis doctoral es que ofrece una narrativa complementaria, a la esgrimida por algunos autores en torno a los importantes pactos bilaterales de septiembre de 1953, como el punto final del esfuerzo diplomático franquista. En determinadas investigaciones puede tener sentido, pero no en ésta. Por ello, se ha decidido avanzar en las pesquisas hasta 1964. Dos son las razones que justifican el marco cronológico de esta tesis. Arranca al tiempo que lo hizo la proyección exterior del régimen franquista en Estados Unidos, y concluye una década después de que se normalizase la relación gubernamental entre ambos gobiernos en 1953. Queríamos observar cómo discurrieron aquellos diez años, explorar los tira y afloja entre las partes, al tiempo que se reflexiona sobre el relativo descontento hacia el “amigo americano” que se vivió en el seno del gobierno franquista. Además, en 1964 se puso sobre la mesa la posibilidad de prescindir de los servicios de Patrick Clark, y se dieron los pasos administrativos ¬ (menos sencillos de lo que pudiera parecer) para “desarticular” el Spanish Lobby. En las páginas finales de esta tesis veremos qué otras justificaciones se esgrimieron para cerrar el grifo del apoyo lobbista liderado por Clark y lo sucedido finalmente. En el seno del ejecutivo franquista muchos pensaban que ya no necesitarían de ayuda externa para difundir el mensaje de Spain is different. Se entendía que la acción de los años anteriores era suficiente para reivindicar la singularidad de un gobierno que había conseguido remar contra la corriente del aislamiento internacional de la posguerra. En suma, buceamos en lo que sería (con las necesarias cautelas conceptuales y contextuales) la “prehistoria” de Marca España.